miércoles, 21 de septiembre de 2011

Extracción

Le dijo que abriera la boca. Cuando lo hizo introdujo unas pinzas. De un jalón sacó un pedazo de su alma. El resto lo sacó por los oídos.

Se fue

La perdí. No sé cuándo ni dónde, pero la perdí. Un momento estaba ahí y al siguiente se había ido.
Nunca imaginé que la extrañaría. No la veía todo el tiempo, ni jugaba mucho con ella, pero era parte de mí, y perderla, me dejó una sensación de vacío.
“Me vas a perder, si no me cuidas me iré y no voy a volver, aunque me ruegues que aparezca otra vez. Te vas a sentir sola cuando yo no esté.”
Cuánta razón tenía. La extraño.
Una tarde la veías caminar por las calles y otra la encontrabas escondida al lado del librero. Le gustaba acariciar los libros, pero nunca leerlos.
Un día era gorda y enana, y otro era alta y muy delgada. Le encantaban los días soleados, aunque la verdad, yo los detestaba. Pero ahora que ya no está, ansío esos días de sol cuando jugaba con ella mientras venía el camión.
Andaba siempre conmigo. En ocasiones se detenía a ver los aparadores de las tiendas, y antes de que pudiera voltear para regañarla, aparecía a mi lado de nuevo como por arte de magia.
Recuerdo que cuando era niña le platicaba todo lo que me pasaba. Mi mamá no la dejaba entrar a la casa, así que se escondía debajo de la ventana. Esperaba hasta que me dejaban salir a jugar. Nuestro juego favorito era el bebeleche. Yo siempre iba primero y ella detrás de mí.
Es verdad, no la cuidé. Era mi sombra y la perdí. No sé cuándo ni dónde, pero la perdí. Un momento estaba ahí y al siguiente se había ido.

domingo, 18 de septiembre de 2011

No está sola

Cada vez que se veía en el espejo encontraba rostros diferentes. Fue entonces que se dio cuenta de que tenía múltiples personalidades.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Lluvia

Un día que el cielo se pintó de gris, una nube se peleó con sus inquilinas. Enojadas escaparon mientras la nube lloraba. Se fueron sin pagar la renta.

La bruja y el ratón

Lloraba la bruja en su madriguera, porque el ratón la perseguía con una escoba.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

¿En qué le gustaría reencarnar a un grillo?

Los grillos son considerados por muchos de nosotros como insectos molestos y ruidosos que no nos dejan dormir, y que por alguna razón, que encontramos inexplicable, les gusta posarse sólo en las noches en el alfeizar de nuestras ventanas para ponerse a cantar.
Nos quejamos y nos quejamos, pero, ¿en algún momento nos hemos puesto a considerar lo que ellos sienten o lo que piensan sobre nosotros?
Puede resultar difícil imaginar a un grillo como un animal pensante, pero, ¿qué pasaría si cada noche que lo escuchamos hacer ruido, en realidad se está haciendo muchas preguntas a sí mismo?, ¿y si estuviera pensando en qué le gustaría reencarnar?
Después de mucho pensar, llegué a la conclusión de que posiblemente le gustaría reencarnar, por ejemplo, en un músico, más específicamente en un violinista, y estar en una gran orquesta tocando la música de Beethoven o de Mozart. Tal vez se escuche como un cliché caricaturesco, pero a lo mejor lo que para nosotros no es nada más que ruido, para él es música. Me imagino que podría ser, si no es que lo es, muy bueno, digo, si practica todas las noches, algo decente tiene que salir de tanto ensayar.
Ser un defensor de los derechos animales o un superhéroe que salva a sus amigos de las arañas y otros animales, incluidos nosotros claro está (porque a lo mejor nuestros zapatos han asesinado a más grillos que las arañas que hay en el patio de nuestras casas), un héroe que protege a sus semejantes, que lleva mallas rojas y un traje azul con una gran G pintada y, por supuesto, su enorme capa.
Quizá quiera ser un Don Quijote y tener muchas aventuras, como pelear con gigantes que parecen molinos, o ser la conciencia de un pequeño niño de madera, o tal vez un juglar que camina por el mundo cantando sus poemas y tocando su violín. También un filósofo con problemas existenciales severos, que busca solucionarlos cuestionando hasta por qué ladran los perros, o un gran mago que saca conejos de un sombrero y que corta personas por la mitad.
Tal vez desee muchas otras cosas, pero creo que lo que en realidad desea más, es no ser aplastado por algún ser humano desvelado, y que sólo lo dejemos cantar.

Aquiles

Patroclo ha muerto. Lo he visto. He peleado por su cuerpo que ahora se cubre de moscas. Suplico piedad a los dioses para que no permitan que su cuerpo se descomponga. Escuchan mis ruegos y un néctar que cae del cielo lo cubre y lo conserva.
El dolor me envuelve como un manto que me asfixia. Encontraré al hombre que me lo ha arrebatado y pelearé con él, pelearé hasta la muerte. Le ofreceré su sangre a Hades y se la entregaré gustoso. No temo morir, pues viviré para siempre. Mi vida será corta, pero mi memoria será eterna.
He rogado a mi madre fuerza y me ha dado una armadura. Le pedí valor y me consoló con sus palabras. Mis dioses me acompañan en esta dura travesía, haciendo certera mi lanza y guiando la mano que maneja la espada.
Mi mente se nubla, pero debo ser fuerte, por Patroclo, por mí y por mi pueblo. Pagará y de eso me aseguraré. Lucharé contra él hasta que exhale su último aliento, veré cómo se extingue, poco a poco, cómo se derrama su sangre, gota a gota. Sólo le pido a Hades que sufra aún después de su muerte.
Héctor. Escucho su nombre en mi cabeza una y otra vez. Lo detesto, lo aborrezco tanto que me aterra. Pero no, no puedo permitirme tener miedo, no puedo permitirme ser débil. Quiero sangre y quiero muerte, quiero vengar el honor de mi hermano que ahora yace inerte.
Lo buscaré y lo cazaré sin piedad, como a un vil animal. Lo doblegaré y demostraré que el mejor guerrero de Troya no vale nada. Ésta no era mi guerra, pero él la hizo mía, y ahora pagará las consecuencias.
Lo destrozaré ante las puertas de su pueblo y su gente será mi testigo. Perecerá y yo celebraré su muerte con una copa de vino. Me pedirá piedad y se la negaré, me pedirá perdón y no se lo daré. Rogará al cielo y a los dioses nunca haber nacido. Caerá ante mí, así como lo hará su pueblo después de él.
Así que huye Héctor, huye cobarde, porque cuando te cruces en mi camino hallarás el sueño eterno. Podrás escapar, pero no por siempre. Te encontraré entre esta nube de cuerpos, aunque en eso se me vaya la vida.
Mi rostro será lo último que verás y sonreiré, porque con tu muerte cobraré mi honor, y el honor de mi hermano quedará restablecido. Besarás el polvo ante los ojos de tu padre y tu mujer no podrá llorarte.
Te vengaré entonces, Patroclo, derramaré la sangre de Troya para calmar mi dolor y el tuyo, y después te enterraré y reposarás.
Espérame pues hermano mío, que me reuniré pronto contigo y descansaremos juntos por toda la eternidad.