martes, 25 de diciembre de 2012

Mi regalo de Navidad

Esperaba a Santa. Tenía preparadas la leche y las galletas (leche deslactosada, porque me dijo que es parcialmente intolerante a la lactosa). Después de aterrizar en el techo, bajó por el ducto de refrigeración, se tomó su leche y devoró las galletas, dando las migajas a sus renos (que por cierto hicieron caca en mi alfombra). Me dijo que Jack Skellington no había podido venir porque planeaba el próximo Halloween (la verdad me sentí aliviada, porque Halloween es la celebración más importante del año).
Mientras esperaba a que se tomara toda la leche, observé que no traía su enorme costal rojo. “Olvidó mi regalo”, pensé. Quizá adivinando lo que pensaba, sacó un papel de su bota derecha, lo extendió sobre la mesa como un gran plano para la construcción de un edificio y me dijo: “Pronto encontrarás tu regalo. No desesperes. Sigue estas instrucciones y lo encontrarás.
Debes buscar en una galaxia muy muy lejana, en un mundo secreto al fondo de un ropero. Cuando llegues al farol, sigue el camino amarillo, pasa la Comarca (pregunta por Bilbo o por Gandalf, ellos te darán el segundo desayuno), da vuelta en el Callejón Diagón (no olvides llegar a la tienda de los hermanos Weasley por artículos de broma, podrías necesitarlos) y dirígete a Hogwarts. Busca el Cuarto de los Requerimientos (te mostrará la salida secreta; no olvides el Mapa del Merodeador). ¡Cuidado con el Sauce Llorón, puede golpearte cuando salgas!
Una vez que lo esquives, dirígete a Fowl Manor y pídele a Artemis oro de los elfos (te será útil para sobornar ogros malolientes y evitar resolver acertijos para cruzar puentes). Cuando tengas el oro, corre a la salida de Moria, Bumblebee te estará esperando para acompañarte en tu travesía. El leñador que cuida la gran puerta te dará el mapa del tesoro que muestra el camino a la Isla del Doctor Moreau. Debes estar atenta, el Capitán Garfio custodia esos mares y si te atrapa, el cocodrilo podría comerse tu mano.
Cuando llegues a la isla, no dejes que el Gato en el Sombrero te engañe, podría desviarte del camino a la casa de la abuelita. El lobo te esperará ahí para que recojas la manzana envenenada que abrirá el portal que lleva a Atlantis (lleva traje de baño). Ahí, V te entregará un huevo de dragón (el nombre de Saphira me gusta, úsalo cuando nazca la pequeña). El monstruo de Frankenstein te dirá cómo entrenarla.
Te encontrarás con Drácula afuera de la cabaña Shrek, donde vive el monstruo; éste te dará varios objetos. Cuídalos, porque los necesitarás para obsequiárselos al Sombrerero Loco. Si no le llevas obsequios, no te entregará la Espada del Augurio con la que podrás ver el camino. Sigue y pasarás por un cementerio donde un chico pálido y flacucho llamado Nadie te llevará al Espejito Espejito. Tienes que cruzarlo para continuar.
Cuando estés en el Mundo del otro lado del Espejo, encontrarás a Mary Poppins, quien te dará a beber un tónico que cambia de color para que recuperes tus fuerzas (créeme, lo necesitarás). Bumblebee deberá quedarse con ella, porque Aslan le dijo que el camino que resta debes recorrerlo sola.
Antes de llegar con el Sombrerero, repite Beetlejuice tres veces para que aparezca (no te asustes, él te llevará hasta la mesa de té). Una vez ahí, observa cuidadosamente, deberás robar la Brújula Dorada sin que la loca Liebre de Marzo te descubra. Es muy probable que tengas que bailar Futterwacken para distraer al Sombrerero y poder escapar (ensaya, mucho, porque me he dado cuenta de que las coreografías no se te dan muy bien).
Llegarás a un castillo en donde el Fantasma de Canterville te pedirá que rescates al Sr. Scrooge que está atrapado en los Calabozos donde Dragones custodian las puertas. Saphira puede ayudarte a vencerlos, siempre y cuando recuerdes todo lo que te dijo el monstruo de Frankenstein. El dueño del castillo, Dr. Jekyll, es un buen hombre, sólo que es manipulado por el Sr. Hyde, un sádico asesino que hará hasta lo imposible para impedir que termines tu travesía.
Cuando Saphira venza a los dragones, pídele que lleve al Sr. Scrooge a su casa. No te será posible acompañarlos. Pero no te desanimes, estarás muy cerca de tu objetivo.
Después llegarás a Panem. Cruzarás las ciudad sin que te detecten porque toda Panem estará muy ocupada viendo los Juegos del Hambre. Ve a la biblioteca y consigue el libro de las Crónicas de Spiderwick; dentro encontrarás el acertijo que te llevará a tu regalo. Una vez que lo resuelvas, hallarás lo que buscas.
Estará sentado en una banca de un parque pintado con gis en el cemento. Lo verás leyendo y no se dará cuenta de que estás cerca. Sentirá tu mirada y volteará a verte. Te observará detenidamente y te dirá: ‘Buenas tardes, la estaba esperando’. Entonces te tomará del brazo y te ayudará a caminar. Y mientras recorren el sendero que los llevará a la casa de Jengibre, te hará un bastón con una rama y te prestará su saco para cubrirte del frío”.

viernes, 16 de noviembre de 2012

She, the thinker

‎He doesn't know, and it's a good thing that he doesn't. I could never tell him that I love him, that he is everything to me. I could never face the fact that he is young and free, and that I'm older and a prisioner of my own thoughts. I could never tell him that when I look into his beautiful green eyes I feel happy and sad at the same time, because I know I can't have him, I can't be with him. No, I could never tell him that I love him, that he is everything to me. He doesn't know, and it's a good thing that he doesn't.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

¿Los insomnes sueñan con borreguitos blancos?

Sé que no puedes dormir. Yo tampoco. Tantas cosas ocupan nuestras cabezas, que no podemos hacerlas a un lado y simplemente cerrar los ojos y dormir. Creo que tu problema es peor que el mío, pero a fin de cuentas se llama igual: insomnio. Una palabra terrible, si lo llegas a pensar. Debes encontrar una manera de combatirlo.
            Tu misión, si decides aceptarla, será encontrar una solución definitiva para el problema del insomnio. No te preocupes, este mensaje no se autodestruirá, eso te pasará a ti si continúas sin dormir.
Bien. Para empezar necesito que me acompañes. Vamos, no te pido que me tomes de la mano, sólo que vengas conmigo. Haremos un pequeño ejercicio. Cierra los ojos. Ciérralos, ¿por qué la desconfianza? Ahora imagina que estás en el campo, que la brisa corre y… te llaman por teléfono.
Empecemos de nuevo. Cierra los ojos e imagina que estás en el campo. Sientes una brisa relajante y a lo lejos ves un rebaño de lindos borreguitos que brincan por doquier. Síguelos con la mirada. Cuéntalos, uno, dos, tres. Respira profundo. Mientras lo haces, sigue contando, cuatro, cinco, se… asustaste a los borregos. Concéntrate, si no pones de tu parte no lograremos nada.
Mejor hagamos una lista de lo que puede ayudarte a dormir. Yo empiezo:
1- Toma una taza de leche caliente (si te gusta o si no eres intolerante a la lactosa, aunque existe la leche deslactosada).
2- Toma una taza de chocolate caliente (de esa marca gringa o la del conejito, incluso la del niño pantera. Escoge la que sea de tu preferencia. Evítalo si te provoca migraña).
3- Lee un rato antes de dormir (lo malo es que si el libro se pone interesante, no podrás dejarlo y menos vas a descansar).
4- Trabaja como demente todo el día para que, al llegar a tu casa, caigas como saco de papas en tu cama (estar conectado a las redes sociales no cuenta como trabajo).
5- Terapia (no es que tengas problemas mentales, es para descubrir lo que no te deja dormir).
6- Haz… oye, ¡despierta!, que todavía no terminamos.
6- Haz ejercicios de meditación (deja a un lado tus obsesiones, al menos a la hora de dormir).
7- … ¿se te ocurre algo? A mí ya se me acabaron las ideas. No podemos darnos por vencidos. Lograré que duermas aún cuando se haya terminado este cuento.
Intentemos de nuevo la relajación. Cierra los ojos. Imagina que caminas por… ¿dónde?... un bosque con árboles enormes. Es de noche. Vas recorriendo tranquilamente un sendero, cuando a lo lejos escuchas… la voz de tu jefe pidiéndote ese reporte que no has entregado. Vaya que eres difícil. No puedes ni por un momento dejar de pensar en las cosas que te preocupan.
Ya sé qué podemos hacer. Una buena opción son las pastillas para dormir. Aunque dicen que crean adicción. Yo las tomé un tiempo y… oye, ¡oye! Mira que dormirte cuando lo que quiero es ayudarte. Si mañana no puedes dormir, no vengas a pedirme ayuda. Es una grosería quedarse dormido cuando una persona está hablando. Pero bueno, al menos ya encontraste la solución a tu problema. 

jueves, 30 de agosto de 2012

La tristeza de mi Alter Ego

Me entristece tu soledad.
Mi soledad.
Todo.

Me entristece que te duela
alguien a quien no le dueles.
Me duele que te entristezca
alguien a quien no le dueles.

Me entristece tu soledad.
Mi soledad.
Todo.

miércoles, 29 de agosto de 2012

Desayuno

Servir mis sueños con leche... untar mis esperanzas con mantequilla y mermelada... pelar y cortar en cuadritos mis sentimientos... hacer jugo con mis ilusiones... y después no comer nada...

lunes, 20 de agosto de 2012

Con los ojos abiertos

Cuando muera, lo haré con los ojos abiertos. Quiero ver quién me visita antes de que me pongan 6 metros bajo tierra. Quiero ver quién me valora más estando muerta que viva. Quiero ver quién me dice "te quiero" cuando en vida nunca lo hizo. Quiero ver a todas esas personas que nunca estuvieron a mi lado, que nunca me visitaron o me dijeron "hola", decirme lo mucho que sienten que me haya ido. Quiero ver quién derrama lágrimas sinceras y quién lo hace por pretensión. Quiero ver todos esos rostros que, a partir de ese momento, sólo veré desde lejos. Quiero ver a quién le jalaré los pies y asustaré en noches lluviosas y con truenos. Quiero ver todo lo que no pude cuando estuve viva. Por eso, cuando muera, lo haré con los ojos abiertos.

domingo, 5 de agosto de 2012

En el agua

Nadaba tranquilo. El mar estaba quieto y apacible. Mientras me movía admiraba los peces nadando debajo de mí. Cómo envidiaba sus colores y sus formas. Eran hermosos. Pero estaba aburrido. Y solo. Muy solo. Buscando compañía decidí acercarme a la playa. Nadé lentamente. Me acerqué poco a poco con la esperanza de encontrar a alguien con quien platicar. Pero de pronto todos empezaron a huir. El mar se movía como si una tormenta agitara las aguas. Temor y gritos de pánico inundaron el lugar. Asustado empecé a nadar más rápido. Quería acercarme y preguntar qué era lo que estaba pasando. Pero todos huían. Se alejaban. Salían del agua. Y me dejaban ahí. Flotando. Sin saber qué hacer. Entonces la encontré. Estaba tan cerca que casi podía tocarla. Pero al verme empezó a gritar y a nadar desesperadamente. Yo intentaba decirle que esperara. Que mi intención no era dañarla. Pero me dejó ahí. Escuchando que gritaban. Gritaban aterrorizados y me señalaban. Me señalaban y decían: “¡Cuidado! ¡Salgan del agua! ¡Salgan del agua!”.

lunes, 30 de julio de 2012

Pensamientos de una pensadora compulsiva

Pienso que tengo que dejar de pensar en quien pienso, porque si sigo pensando en él, mi cerebro dejará de pensar para siempre... y pensándolo bien... no vale la pena pensar tanto en una persona que no piensa en mí... debo dejar a un lado todos esos pensamientos y no pensar más en él... aunque tenga que pensar en no pensar en él a diario... dejaré de pensar... en él...

Mi cerebro no me quiere

Mi cerebro no me quiere. A cada rato me dice que me detesta. Además, nunca me obedece. Le digo que recuerde y olvida. Le digo que olvide y recuerda. Le digo que se duerma y me mantiene despierta. Le digo que me mantenga despierta y se duerme. Le pido que odie y quiere. Le pido que quiera y odia. Ahora amenaza con abandonarme. Con dejarme sola. Con irse lejos para no tener que soportarme. Mi cerebro no me quiere. A cada rato me dice que me detesta.

lunes, 21 de mayo de 2012

Entre las sombras

Abajo. Mira.
Una mano. Peluda y grande.
Se asoma. Encuentra unos ojos. Poco amenazadores. Tiernos.
La observan con curiosidad.
Se levanta. Está sola. Se agacha de nuevo. Observa.

Alumbra con una lámpara y lo que sea que la vigila se esconde entre las sombras. Retrocede. Se queja.
Apaga la lámpara. Espera. Vuelve la mano. No se asusta.
El ser se queda quieto. La niña se acerca. Sonríe.
El monstruo la imita y enseña los dientes. Blancos. Grandes. Filosos. Inofensivos.
La niña ríe. El monstruo gruñe amablemente. Tiene algo en la mano. Un libro. Se lo enseña a la niña. Lo toma. Leen. Cuentan cuentos. Los favoritos del monstruo.
Y de ella.
Platican por horas. La niña le dice que le teme a la obscuridad. El monstruo le dice que le teme a la luz.

Ha estado con ella desde pequeña. La ha cuidado. Protegido. Ayudado.
Una noche, los ojos del monstruo cambiaron de color. Cambiaron de amarillo a rojo. De miel a sangre.
La noche en que la pequeña perdió a sus padres.
La noche en que los asesinaron.
La niña no recuerda lo que pasó. Él lo agradece.
Ella cree que lo conoce. Sabe que lo conoce. Pero no se lo dice. Miente.
Él cree que lo recuerda. Sabe que lo recuerda. Pero no se lo dice. Espera.

Continúan leyendo por horas. Como si no pasara el tiempo. Como si no importara.
Sin luz ni obscuridad. Sólo sombras. Siempre sombras.
Cuando amanece, la niña duerme tranquilamente. Duerme en su cama. Con un libro bajo las almohadas.
Se siente segura. Por eso descansa.

Despierta. Está sola.
Busca al monstruo pero no lo encuentra. Es de día. La luz. Recuerda.
Decide esperar a que llegue la noche. Busca algo de comer en la alacena. Sólo encuentra galletas. Rancias. Molidas. Pero es todo lo que tiene. Es comida.
Galletas molidas y agua.
Desayuna. Come. Aguarda. Falta poco para que llegue la noche. Para que él regrese.
Para contar historias. Cuentos. Magia. Compañía.

Llega la noche y el monstruo no regresa. La niña asustada lo busca. Lo extraña.
Se duerme en el piso, junto a su cama, con un libro en la mano y, a su lado, una lámpara.
Escucha ruidos. Despierta. Dos sombras acechan su casa.
Se levanta y corre hacia la puerta. La atranca. Llora. Tiene miedo. Ruega.
Le pide al monstruo que regrese. Que la ayude. Que la proteja.
Entre las sombras aparece una mano. Grande. Peluda. Un gruñido que la hace sentir segura. La reconforta.
La madera cruje. El monstruo camina. Gritos. Sangre. Ruido. Mucho ruido. Después… nada.

Leen una nueva historia. Un cuento sobre un monstruo y una niña. Una niña que no tiene familia. Pero tiene a alguien que la cuida. Es un monstruo. Su monstruo. El monstruo que vive bajo su cama.

viernes, 4 de mayo de 2012

sábado, 28 de abril de 2012

Lejos

Pronto me iré de aquí... lejos de todos y de todo... me iré a una cabaña en lo profundo de un bosque... lejos de todo y de todos... seré una ermitaña que vivirá sólo para escribir... lejos de todos y de todo... sin presiones y sin pretender... lejos de todo y de todos... sin tener que preocuparme por él... lejos de todos y de todo... sin miedo a perder amistades por palabras no dichas y actitudes erróneas... lejos de todo y de todos... pronto me iré de aquí... lejos de todos y de todo...

lunes, 16 de abril de 2012

Leo para no pensar


Leo para no pensar. Pienso para no dormir. Duermo para no llorar. Lloro para no gritar. Grito para no sentir. Siento para no olvidar. Olvido para no querer. Quiero para no perder. Pierdo para no sufrir.

Mejor... leo para no pensar...

lunes, 26 de marzo de 2012

Ligera

Levanta la cabeza, anda, levántala.
Tómala con las dos manos y ponla sobre la mesa.
El cuerpo es una carga.
La mente no pesa.
Levanta la cabeza, anda, levántala.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Valor

— Debes hacerlo.
— No me presiones.
— Sabes cuáles son tus obligaciones y no las cumples. Tienes problemas.
— Cállate, sal de mi cabeza.
— No estoy en tu cabeza. Estoy aquí, a un lado tuyo.
— No eres real.
— Lo soy tanto como tú. ¿Eres real?
— No lo sé… lo único que sé es que tú no lo eres.
— ¿Me tienes frente a ti y aún así no lo puedes creer?
— Me da miedo mirarte. Eres tan parecido a mí que me asusta.
— Claro que nos parecemos. Tú me hiciste, ¿recuerdas?
— Nunca crearía algo como tú.
— Pues lo hiciste, ahora te toca cuidar de mí.
— No lo haré y no puedes obligarme.
— Cuando estoy frente a ti, ¿qué es lo que ves?
— Me veo a mí mismo.
— ¿Te das cuenta? Estamos unidos para siempre.
— Aléjate, no me toques.
— Eres tan sensible.
— ¡Vete! No aguanto verte. No te soporto. ¡Largo!
— No me iré y lo sabes, así que no insistas.
— ¿Qué tengo que hacer para que me dejes en paz?
— Dame de comer.
— Ya comí.
— Me alegro. Tengo hambre.
— Come lo que encuentres.
— Una manzana podrida y un pedazo de queso viejo, ¿eso quieres que coma? Estás loco.
— Sí, lo estoy, ¡pero porque tú me vuelves loco!
— Mientes, ya lo estabas desde antes de que yo llegara.
— Deja de confundirme.
— ¿Por qué lo haría? Tengo hambre.
— Te odio.
— Gracias, el sentimiento es mutuo. Ahora, dame de comer.
— No tengo hambre.
— Recuerda que si me enfermo yo, te enfermas tú. ¿No quieres que coma algo podrido, o sí?
— Haz lo que quieras.
— No tienes que ser tan agresivo, ¿dónde están tus modales?
— ¿A ti qué te importa?
— Tienes razón, no me importa, al fin y al cabo el que te ves mal eres tú. No tienes por qué ser tan idiota, ¿sabes?
— No me hables así, ¿quién te crees que eres?
— Tú. Además el que se habla así eres tú, no yo.
— Vete, por favor. Ya no quiero escucharte.
— No puedo y lo sabes, tengo que estar aquí, contigo… siempre. Al menos hasta que te mueras.
— Tal vez esa sea la solución… morirme.
— No seas tan dramático.
— Déjame, soy como quiero.
— Eres imposible. Me aburres. En serio. Podríamos tener una vida mejor si tan sólo no fueras un cobarde.
— Intenta salir y vivir con toda esa gente. Anda, sal, ve lo que hay ahí afuera y entonces me dices si no te da miedo, si no prefieres ser un cobarde vivo que un valiente muerto.
— Divagas. Ni siquiera sabes lo que dices. Además, me estás cambiando el tema. Tengo hambre, quiero comer y tú vas a alimentarme.
— Prefiero matarte de hambre.
— Bien, si eso es lo que quieres, moriré, pero ¿estás seguro de que puedes vivir con esa culpa? ¿Estás seguro de poder vivir sin una parte de ti?
— Me acostumbraré a la pérdida.
— No me hagas reír, ¿cuánto tiempo ha pasado y todavía no te acostumbras?
— Mucho… demasiado… no sé. No me lo recuerdes.
— Duele, ¿verdad? Nada más acuérdate, los dos la queríamos.
— Yo la quería, tú… sólo te aprovechabas de ella.
— ¿Estás seguro de que no era al revés?
— ¡Cállate, no sabes lo que dices!
— No tienes por qué gritarme, no estoy sordo.
— ¿Qué tengo que hacer para deshacerme de ti?
— Matarme o darme de comer. Tú escoges.
— Como si fuera tan fácil
— En verdad lo es. Sales, compras algo de comida, la traes, la pones en un plato y me lo das. Sencillo, ¿no crees?
— Es más fácil tomar un cuchillo y clavártelo en la garganta.
— Hazlo… si puedes.
— ¡Déjame!
— Eres un cobarde.
— Te dije que me dejes.
— Mira, tómalo, te estoy regalando una salida fácil. Anda, es el más filoso de la cocina.
— Estás loco, aleja eso de mí.
— Si quieres te ayudo. Mira, ¿lo ves?, es muy fácil.
— ¡Eres un demente!, ¿por qué hiciste eso?
— ¿No es lo que querías? ¿Deshacerte de mí? Pues ya está, te hice más fácil la vida.
— Eso no era lo que quería… ya no sé lo que quiero.
— Estar solo es lo que quieres, así que ya está, pronto estarás más solo que un perro.
— Yo no quería esto.
— Acéptalo, papá. No te engañes. Era exactamente lo que querías.