miércoles, 21 de septiembre de 2011

Se fue

La perdí. No sé cuándo ni dónde, pero la perdí. Un momento estaba ahí y al siguiente se había ido.
Nunca imaginé que la extrañaría. No la veía todo el tiempo, ni jugaba mucho con ella, pero era parte de mí, y perderla, me dejó una sensación de vacío.
“Me vas a perder, si no me cuidas me iré y no voy a volver, aunque me ruegues que aparezca otra vez. Te vas a sentir sola cuando yo no esté.”
Cuánta razón tenía. La extraño.
Una tarde la veías caminar por las calles y otra la encontrabas escondida al lado del librero. Le gustaba acariciar los libros, pero nunca leerlos.
Un día era gorda y enana, y otro era alta y muy delgada. Le encantaban los días soleados, aunque la verdad, yo los detestaba. Pero ahora que ya no está, ansío esos días de sol cuando jugaba con ella mientras venía el camión.
Andaba siempre conmigo. En ocasiones se detenía a ver los aparadores de las tiendas, y antes de que pudiera voltear para regañarla, aparecía a mi lado de nuevo como por arte de magia.
Recuerdo que cuando era niña le platicaba todo lo que me pasaba. Mi mamá no la dejaba entrar a la casa, así que se escondía debajo de la ventana. Esperaba hasta que me dejaban salir a jugar. Nuestro juego favorito era el bebeleche. Yo siempre iba primero y ella detrás de mí.
Es verdad, no la cuidé. Era mi sombra y la perdí. No sé cuándo ni dónde, pero la perdí. Un momento estaba ahí y al siguiente se había ido.

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