A un lado de la acera yacía un gato negro atropellado,
acostado de lado como si estuviera dormido.
Estaba todo despeinado, tenía la lengua de fuera
y sus ojos habían desaparecido.
Se podía ver su alma flotando arriba de su cuerpo,
con pequeñas alas de ángel y un diminuto halo.
Pensaba que era muy cierto,
que cuando vas a morir,
lo último que ves es una luz cegadora,
no sabiendo que esa luz no provenía del cielo,
sino del coche que lo había atropellado,
y todo por culpa de un conductor despistado.
acostado de lado como si estuviera dormido.
Estaba todo despeinado, tenía la lengua de fuera
y sus ojos habían desaparecido.
Se podía ver su alma flotando arriba de su cuerpo,
con pequeñas alas de ángel y un diminuto halo.
Pensaba que era muy cierto,
que cuando vas a morir,
lo último que ves es una luz cegadora,
no sabiendo que esa luz no provenía del cielo,
sino del coche que lo había atropellado,
y todo por culpa de un conductor despistado.
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